ESTUDIO SOBRE EL ESTADO DEL BIENESTAR
Bloque I:
Orígenes y evolución del Estado del
Bienestar
El
Estado Social se pude definir como una transformación de las funciones del
Estado Liberal-Capitalista introduciendo progresivamente el intervencionismo
protector. Para llegar al Estado del Bienestar o Estado Social que entendemos
hoy en día debemos fijarnos en la historia y en su evolución hasta el día de
hoy.
Ya desde
la Edad Media se buscaban soluciones contra los problemas que causaban las
situaciones bélicas, las crisis agrarias, las epidemias y enfermedades, etc.
que agravaban la situación de los grupos sociales más desfavorecidos de la
época como son los huérfanos, enfermos, ancianos, campesinos, etc. También
las Iglesias impulsaron las llamadas actividades caritativas para ayudar a los
más desfavorecidos, al igual que lo harían más adelante algunas fundaciones y
empresarios.
Pero
para entender de verdad cómo surgió el Estado del Bienestar debemos conocer al
Estado Liberal. El Estado Liberal se concibe como un estado con actuación
mínima en una situación que se supone autorregulada por las leyes capitalistas.
El valor fundamental es la libertad y ésta debe ser cuidada y garantizada por
el Estado. Por tanto, los derechos individuales se entienden como
autolimitación del Estado y toda relación social se basa en el libre contrato. El
optimismo produce una idealización del crecimiento económico, del proceso
imparable y de la felicidad como logro social. Sin embargo, el Estado Liberal
también genera miseria y marginación de parte de la sociedad, a la vez que el
capitalismo establece la ética de la obligación de trabajar, impidiendo las
formas anteriores de beneficencia y asistencia social.
Las
consecuencias de esta situación fueron las múltiples críticas que se hicieron
frente al sistema capitalista. La más radical y conocida de estas críticas fue
el Marxismo, uya finalidad de alcanzar la sociedad de clases pasaba por el
proceso revolucionario y de abolición del Estado. Surgieron también otras
críticas más moderadas com la del socialista Louis Blanc, que consideraba que
el Estado debía intervenir para lograr la justicia social en beneficio de
todos. Para ello habría de tener lugar, según Blanc, una revolución pacífica
que se basara en la democracia a partir del sufragio universal. Gran parte de
las propuestas de Louis Blanc fueron reivindicadas en Francia en 1848.
Lorenz
Von Stein (mediados del siglo XIX) manifestó desde un lado más conservador la
necesidad de que el Estado Liberal adoptara un contenido social con el fin de
enterrar las revoluciones que podrían ser provocadas por las masas de la
sociedad frente a las situaciones de miseria del capitalismo. La situación
favorable a los intereses de los propietarios aumentaba las situaciones de
dependencia y de miseria de la mayoría, por ello desde el punto de vista del
pragmatismo social-conservador era necesario evitar la toma de conciencia de
esa mayoría y la consiguiente revolución. Para ello se necesitaba de un Estado
fuerte y de reformas sociales. Estas reformas, por tanto, no era una cuestión
de ética sino de necesidad histórica para que el sistema capitalista continuase
funcionando. Se trataba de establecer un sistema de intereses recíprocos entre
las clases sociales, para lo cual Von Stein consideraba que la monarquía social
era la mejor forma de gobierno.
Otras
propuestas de reforma influenciadas o derivadas del marxismo surgieron en
Europa a finales del siglo XIX. Así, en la socialdemocracia europea puede
citarse a Lassalle, Berstein y otros. Fue de especial repercusión la creación
del Partido Socialdemócrata Alemán y su programa de Gotha de 1875. Frente al
marxismo, no defendían la revolución, sino la reforma. Defendían una concepción
de estado al servicio de las clases trabajadoras para su emancipación. Para
ello era necesario el acceso al poder de los partidos y organizaciones obreras
a través del sufragio universal masculino. Lassalle consideraba que las clases trabajadoras
necesitaban un estado fuerte y con eficacia para introducir mejoras en el
camino al socialismo. Bernstein observa que a partir de 1870 se frenan las
predicciones de Marx sobre pobreza y opta por luchar por los objetivos
particulares del socialismo en lugar de esperar a alcanzarlo por la revolución.
En definitiva la socialdemocracia no proponía una lucha contra el estado
liberal sino contra contenidos y modalidades del mismo, lo que exigía reformas
y reorganización de la industria con el control político de los trabajadores.
También puede citarse también otras propuestas favorables a las reformas como
la de la Iglesia Católica con su Rerum
Novarum de 1891, al igual que muchos movimientos sociales , en su mayoría
organizaciones femeninas, que no pretendían abolir el sistema pero que exigían
la introducción de reformas en los aspectos sociales.
Así
podemos encontrar que no existía una única teoría sobre el Estado Social, sino
una pluralidad de propuestas y opiniones reivindicando la intervención del
Estado en materia social. Entre todas estas propuestas cabe destacar que el
marxismo fue la única que pretendía erradicar el Estado Liberal. Las demás eran
simples reformas de carácter social sin que eso supusiera la abolición del
sistema.
En
Inglaterra existía la experiencia de las leyes de pobres desde el siglo XVII,
la introducción de las primeras medidas legislativas sobre el trabajo a
mediados del siglo XIX y el reconocimiento de las organizaciones obreras antes
que otros países. Sin embargo, es considerado el inicio del Estado Social en la
Alemania de Bismarck. En el proceso introductor de las medidas bismarckianas
existía una gran necesidad de legimitimación del nuevo estado Alemán unificado,
por lo que se dio una combinación de elementos liberales y autoritarios;
represión obrero de un lado y protección social del otro. En
Alemania, por tanto no se puede establecer una vinculación entre democracia y
política social. La Ley antisocialista, prohibiendo el PSD, se hacía a la vez
que el gobierno adoptaba medidas del movimiento obrero. Se produjo una
situación en la que resultaba inevitable adoptar medidas sociales si se quería
evitar la expansión de los movimientos revolucionarios. En el proceso de
construcción del Estado Social alemán es de gran importancia el papel jugado
por las élites políticas, cuyos objetivos eran la integración y la estabilidad
del sistema político establecido en la Constitución de 1871. A partir de
entonces se sucedieron una serie de Leyes de carácter social como la Ley de
1883 que establecía el seguro por enfermedad, la Ley de 1884 sobre accidentes
de trabajo, la regulación laboral de 1891 (estableció jornadas de 10 y 11
horas, descanso dominical y prohibición del trabajo nocturno para mujeres y
hombres). Por otra parte entre 1891 y 1895 se estableció el primer impuesto
sobre la renta con carácter progresivo. Este conjunto de leyes fue la base del
sistema de seguros, el cual se generalizó en toda Europa en los 30 años
siguientes. Los primeros seguros establecidos en todos los países fueron los de
enfermedad y accidentes. Las pensiones de invalidez y vejez comenzaron a
funcionar a partir de 1910. En España, a finales del siglo XIX se extendió la
influencia reformista del krausismo, el catolicismo social y el socialismo,
dando lugar a la creación de la Comisión de Reformas Sociales en 1883. En 1903
se creó el Instituto de Reformas Sociales. Más tarde llegó el seguro de paro
forzoso y el retiro obrero. Los sistemas se seguros existían ya en toda Europa
hacia 1914. Herman Heller perfeccionó la idea del Estado social desde
posiciones socialdemócra-tas, mostrando las insuficiencias del estado de
derecho. La continuidad de la democracia requería el reconocimiento de las
masas populares en la actividad política. Así por primera vez se
constitucionalizan los derechos individuales en la Constitución alemana de
1919.
Así pues
podemos afirmar que la seguridad social fue el núcleo histórico del Estado
Social.
En el
año 1929 se originó una grave crisis económica que afectó al sistema de seguros
y a la intervención estatal. Afecto de manera que en Alemania se estancó por el
aumento de población necesitada de pensiones y subsidios, a causa en gran parte
de los efectos de la primera guerra mundial y por problemas financieros. En
otros países, en cambio, se produjo una gran extensión del sistema de seguros,
sobre todo por la influencia socialdemócrata en países como Dinamarca (1929),
Suecia (1932) y Noruega (1935), dando lugar al modelo escandinavo de estado
social, con los principios de solidaridad y cooperación social como principal
característica. Fue a
partir de los años 30 cuando el estado
comenzó a adquirir un papel económico radicalmente distinto. La crisis del 29
generó situaciones insostenibles con tasas de paro altísimas que crecían año a
año. Se empezó a plantear la idea de un capitalismo nuevo o controlado con la
introducción al sistema de nuevos elementos económicos y científicos como la
competencia perfecta, la teoría matemática, etc. Así los gobiernos de los
países afectados por la crisis buscaron medios por los que actuar mediante la
intervención estatal para apaliar la situación. En EEUU Roosevelt puso en
marcha el New Deal , en Suecia se
produjeron pactos entre el gobierno socialdemócrata y los sindicatos y
empresarios y en Alemania e Italia se impuso el fascismo. Son modelos muy
diferentes pero con una característica
común: intervención del Estado donde nunca antes había intervenido.
En 1936 Keynes
genera la teoría keynesiana como respuesta al crack de 1929 en su Teoría general de la ocupación, el interés y
el dinero en la que muestra que el capitalismo es esencialmente inestable.
Su teoría se basa en el intervencionismo estatal como medida para salir de la
crisis. La teoría planteaba inyectar dinero estatal al sistema en periodos de
recesión y retirarlo en épocas de bonanza, así Keynes afirmó que en momentos de
recesión es necesario que el Estado entre en déficit presupuestario para
devolver la confianza con el fin de evitar que la economía se hunda. Para esto
Keynes señaló 3 herramientas fundamentales:
1.
Intervención Estatal en
la economía: se planteó subir los impuestos y así tener a la disposición del
estado más capital para inyectarlo al sistema. Otro punto fundamental de
inversión son las inversiones ya sea en subsidios, subvenciones, etc. para
reactivar el consumo y las rentas familiares y empresariales o en infraestructuras
y obras públicas para generar empleo.
Así, al invertir en
subvenciones y ayudas y en infraestructuras se genera una riqueza en las
familias que hace que se reactive el consumo y se puedan recaudar impuestos de
estas con el fin de reducir el déficit.
2.
Planificación: supone
anticiparse a los ciclos económicos y sus respectivas crisis o recesiones con
la finalidad de poder solucionarlos a tiempo y adoptar las medidas correctas.
3.
Coordinación: se pretende
establecer unas sinergias entre los distintos actores económicos.
Keynes
sostenía que el capitalismo no contiene mecanismos automáticos y equilibradores
para restaurar la producción y el pleno empleo en épocas de recesión. Por lo
tanto es legítima la intervención del Estado en los diversos ámbitos. Se debe
tener en cuenta que en los primeros años después del crack del 29 la penuria
era intolerable y ponía en peligro no solo el sistema social al que se había
llegado, sino también el estado democrático, como ocurrió en Europa con los
fascismos. Keynes y otros economistas pedían al estado su intervención vía
fiscal mediante tributos y gastas en distribución de la renta e incrementar las
prestaciones de servicios sociales. Cabe recordar que los socialistas llevaban
aproximadamente un siglo reivindicando esta actuación que permitiera un nivel
de vida digno para los más pobres. La diferencia es que los socialistas lo
proponían por razones morales y Keynes los propuso como razón más bien
económica. Keynes demuestra que la redistribución de rentas por parte del
estado supondría asegurar un nivel más alto para el consumo, que favorecería el
nivel de demanda necesario.
Por otro
lado, en Inglaterra el Informe Beveridge
de 1942 (el cual ejerció gran influencia en otros países) proponía para el país
un amplio programa que vinculara la política social con la política económica
estatal orientada al pleno empleo. A diferencia del keynesianismo el informe proponía una política de
redistribución de la mano de obra y la implantación de un sistema completo de
seguridad social. El objetivo era garantizar a todos un mínimo de renta, la
redistribución mendiante impuestos progresivos y servicios sociales.
En EEUU,
la Ley de Empleo de 1946 y el Plan Marshall pretendieron mantener el pleno
empleo y la maquinaria económica en rendimiento.
Teniendo
en cuenta las experiencias fascistas en Europa y el Stalinismo en la URSS, era
necesario adherir el sistema democrático como valor irrenunciable. El
keynesianismo aportó una línea de actuación media entre el marxismo y el liberalismo
al fusionarlos manteniendo el sistema liberal-capitalista con la implantación
de políticas sociales para alcanzar los objetivos de la política económica.
Durante las décadas de los 50 y los 60 la teoría keynesiana resultó eficaz,
logrando el objetivo principal del crecimiento, con tasas de inversión alta y
poco desempleo. El optimismo y la bonanza económica sirvieron de fondo a la
innovación tecnológica.
Los
cambios de planteamientos efectuados tras la Segunda Guerra Mundial mostraron
que se podían alcanzar tasas de crecimiento desconocidas hasta entonces. Y se
demostró también una relación directa entre crecimiento económico y crecimiento
de la protección social. El clima de progreso generó también cambios de valores
y actitudes en las prácticas sociales, en la familia, en el estilo de vida, en
el medioambiente, etc. A partir de este momento fue cuando florece la clase
media y se “acaba” la lucha de clases ya que con la implantación del Estado
Social todo el mundo disponía de lo básico con opción de ascender.
Así
podemos decir que el Estado del Bienestar es fruto del pacto entre
socialdemócratas y liberales al finalizar la Segunda Guerra Mundial en el que
se adoptaron las doctrinas keynesianas con el fin de salvaguardar y proteger el
sistema democrático de los fascismos y comunismos y de las crisis del
capitalismo, acallando así cualquier revolución contra el sistema. Además se
dieron los requisitos básicos para el funcionamiento del modelo, que son una
base constitucional adecuada, un pacto político básico sobre el que sustentar
el modelo de bienestar y un Estado capaz de regular e intervenir con fines de
crecimiento y redistribución de la renta.
Con todo
esto podemos afirmar que el Estado del Bienestar o Estado Social y su
consolidación en la postguerra fue un hecho eminentemente político. En el pacto
entre las dos fuerzas políticas que consolidó el Estado Social salieron
beneficiadas ambas partes. Para los liberales los beneficios del estado del
bienestar son dobles: por un lado, la generación de consenso social de forma
que el sistema funcione de forma armónica y eficiente y, por el otro, siguiendo
de lo anterior, una función de creación y reforzamiento de valores éticos
fundamentales a la existencia y estabilidad de relación sociales, llevando así
a una creciente integración social. Para los socialdemócratas las ventajas son
el avance reformista -paulatino pero seguro- hacia al socialismo, asegurando al
mismo tiempo la protección y profundización de la democracia a través del
reconocimiento del derecho legítimo de los sindicatos y representantes de
comunidades y minorías sociales marginadas en la toma de decisiones
gubernamentales, así como la creciente integración a esas decisiones de los
principios de la justicia social; dignidad humana y participación ciudadana.
Bloque II:
Las crisis del Estado del Bienestar
Al
coincidir la teoría keynesiana con una etapa de prosperidad de capitalismo
(desarrollo y crecimiento económico, aumento del excedente social, políticas
redistributivas, aumento del gasto público, etc.), la teoría fue tan aceptada y
valorizada que incluso los críticos más acerbos del capitalismo creyeron que
era capaz de enmendar sus propios errores. A estas coincidencias se le
añadieron otros factores como el proceso de unificación europea, el clima de
distensión internacional, etc. que hicieron que la expansión durara desde 1945
a 1973. Los partidos socialistas se vieron beneficiados y creyeron innecesarias
las acciones revolucionarias, pero sin embargo, las posiciones más críticas descubrieron
que, en lugar de encontrarse con un Estado socialista en transición, se
encuentran con un Estado “neocapitalista”.
A partir
de 1973 se produjo una gran crisis económica que hizo que el pacto que dio
origen al Estado del Bienestar tras la Segunda
Guerra Mundial se rompiera. Con la grave crisis económica ser creó una crisis
de legitimidad de un Estado que ya no garantiza el pleno empleo, y lo que es
más grave todavía, tampoco garantiza que sea capaz de mantener el nivel de
prestaciones que llegó a dar en su época de auge. Pero, en todo caso, nadie
espera razonablemente ver hundirse los sistemas jurídico-políticos democráticos
como sucedió en los años de entreguerras con el auge de los regímenes
dictatoriales. Y eso que algunos países llegaron a alcanzar tasas de paro igual
o más graves que en el período de 1920 a 1940. Lo que sí que se sabe hoy en día
que los resultados posteriores a la segunda Guerra Mundial son irrepetibles e
incluso se pone en duda que tal éxito se debiera al keynesianismo. Algunos
autores afirman que la causa de esta crisis es culpa del keynesianismo, que
pretendía llegar al crecimiento y al pleno empleo a la vez que adoptaba medidas
de protección social con el propósito de conseguir, hasta un cierto grado, la
igualdad social. Esta situación era, según ellos, la causa de la Stanflation, o lo que es lo mismo, las
altas cuotas de paro junto con la inflación.
Esta
crisis afectó al Estado del Bienestar en diversos aspectos. En el aspecto
sociológico hay una grave crisis de valores que instaura el propio capitalismo
que es contradictoria con la ética del Estado del Bienestar. La sociedad
capitalista tiene interiorizados los valores de la competitividad, del trabajo
y del prestigio social. Además esta sociedad es jerárquica, aunque presenta en
algunos casos movilidad social vertical. En consecuencia de todo esto, la
sociedad es insolidaria porque no se basa en vínculos tradicionales de fe,
afectivos, sino en cálculos irracionales de beneficio e interés. Esto supone
que el Estado del Bienestar se encuentra con la paradoja de tener que formular
un discurso absolutamente contrario al sí mismo. Por otra parte, se suma una
nueva clase social llamada “nueva clase” o clase burócrata o tecnócrata, que ha
supuesto un cambio radical en la mentalidad occidental. Esta “nueva clase”
consta de jerarquía propia, se rige por otro sistema de valores y obtiene
contraprestaciones de diverso tipo.
En el
enfoque politológico cabe destacar el papel fundamental de los partidos
políticos. Si se quiere combatir la crisis del Estado del Bienestar lo tienen
que hacer los partidos, ya que son el único espacio político no formalizado del
sistema y los únicos que pueden cambiar aspectos fundamentales del sistema e
incluso destruirlo. Ahora bien para mantenerse, los partidos deben abrirse a
los nuevos movimientos sociales articulados en torno a ciertas reivindicaciones
como las ecológicas, las feministas o las pacifistas. El problema viene cuando
los partidos no están dispuestos a suscribir contextos conceptuales en los que
sólo son comprensibles las reivindicaciones de estos movimientos. Hay otro
principal problema que se da por que los partidos rechazan las formas
asamblearias y autogestionarias de los movimientos sociales y prefieren formas
de organización institucionales y jerárquicas. Definitivamente resulta casi
imposible que los partidos consigan mantener la vinculación entre la sociedad y
el Estado sin recoger las nuevas reivindicaciones.
En el
campo económico se da una de las peores crisis del capitalismo. Se produjo un
crecimiento progresivo del desempleo, inflación, etc. en un contexto en el que
ya existían altas tasas fiscales como consecuencia de un desequilibrio entre
ingresos y gastos. Estos problemas han de relacionarse con los nuevos procesos
de globalización del capital financiero, de deslocalización industrial, de
reestructuración de las regiones económicas del mundo, con las diferencias de
crecimiento y protección social entre unas y otras. El crecimiento del gasto
público total y del gasto social no hay que desligarlo del crecimiento de las
demandas sociales: altas tasas de desempleo, necesidades de orden, aumento de
la población envejecida, aumento de los costes sanitarios, aumento de la
pobreza, etc. Todo ello crea dificultades en la disminución drástica del gasto
y del déficit.
Fue
entonces cuando se comenzó a debatir sobre las funciones que había llevado a
cabo hasta entonces el Estado como garante del funcionamiento del mismo
sistema. Así surgió el pensamiento
neoliberal, que criticaba que, justamente el Estado, denominado en el periodo
1930 – 1970 como Estado de Bienestar, basado en las teorías económicas de
Keynes, era el culpable de la crisis del momento y por lo tanto debía ser
reformulado. Es decir, según los postulados neoliberales el Estado debía dejar
de intervenir en la economía, no solo como controlador sino también como
generador y distribuidor de riquezas, ya que estas últimas funciones hacían que
el Estado elevara considerablemente su presupuesto dejando sin ganancias a las
grandes empresas. De esta forma se ponía en lugar central, para la salida de la
crisis, a la reducción de los gastos del Estado.
Como
vemos, los neoliberales defendían el liberalismo auténtico del siglo XIX pero
remodelado y adaptado a los tiempos. Esta nueva doctrina defendía Políticas
monetarias restrictivas (aumentar tasas de interés o reducir la oferta de
dinero. Con ello disminuye la inflación y se reduce el riesgo de una
devaluación. No obstante con ello se inhibe el crecimiento económico ya que se
disminuye el flujo de exportaciones y se perpetúa el nivel de deuda interna y
externa denominada en monedas extranjeras. Así mismo, se evitan los llamados
ciclos del mercado), políticas fiscales restrictivas (aumentar los impuestos
sobre el consumo y reducir los impuestos sobre la producción y la renta;
eliminar regímenes especiales; disminuir el gasto público. Con ello se supone
que se incentiva la inversión, se sanean las finanzas públicas y se fortalece
la efectividad del Estado), liberalización (tanto
la liberalización para el comercio como para las inversiones se supone que
incentivan tanto el crecimiento como la distribución de la riqueza),
privatización (se considera que los agentes privados tienden a ser más
productivos y eficientes que los públicos y que el Estado debe adelgazarse para
ser más eficiente y permitir que el sector privado sea el encargado de la
generación de riqueza), desregulación (se considera que demasiadas reglas y
leyes inhiben la actividad económica y que su reducción a un mínimo necesario
propician un mayor dinamismo de los agentes económicos).
A partir
de los años 80, con el triunfo de las posturas neoliberales en lo económico y de la llegada al gobierno de representantes
de éstos en los principales países del mundo (Margaret Tatcher en UK, Ronald
Reagan en EEUU) se puso en marcha, en la mayoría de los Estados capitalistas,
una serie de planes de ajuste y recortes presupuestarios en áreas como salud y
seguridad social. El Fondo Monetario Internacional se convirtió en el verdugo
de cualquier política social, el monetarismo asume el papel del manejo de la
economía, los gastos sociales fueron repudiados por no generar riqueza, aparece
la idea de privatización y el rígido control de los salarios, con un dramático
ascenso de la economía sumergida y economía informal. Las
consecuencias no se hicieron esperar demasiado: aumento de la desocupación,
despidos producidos por el propio Estado y por las empresas privadas, brusca
disminución de las ventas debido a la pérdida del poder adquisitivo de los
trabajadores, privatizaciones en todas las áreas, suspensión o cierre
definitivo de servicios que cumplían funciones sociales (transportes,
educación, salud, etc.).
Otra de
las consecuencias que trajo aparejada el desmantelamiento del “Estado de
Bienestar” y su papel regulador de la relaciones entre los empresarios privados
y los trabajadores, fue la pérdida, por parte de los sindicatos, de su poder de
negociación ante las medidas neoliberales y de la homogeneidad en sus reclamos.
El
fuerte aumento del desempleo, el cierre de empresas y el deterioro de las
condiciones de trabajo, presionaron a los que todavía conservaban su puesto, a
aceptar nuevas condiciones de “flexibilidad” laboral. Estas “facilidades”
brindadas a los particulares fueron aprovechadas para bajar costos laborales
directamente con la disminución de salarios y de esta manera recuperar o
mantener los niveles de ganancia. La excusa era que el Estado era ineficiente,
y que sus gastos generaban inflación. Para “corregir” estas deficiencias, se
aplicaron ajustes de todo tipo, que los trabajadores, desmovilizados por el
miedo a más pérdidas de empleos, no tuvieron más remedio que aceptar. Al mismo
tiempo, la “revolución tecnológica” de los ´70, había provocado una alta
tecnificación de la industria, con la consecuente disminución de la mano de
obra y la especialización de la misma. El desempleo aumentó el número de
trabajadores marginales o informales, con trabajos temporales, artesanales o de
servicios alternativos.
Con el
triunfo del neoliberalismo el Estado del Bienestar carece de sentido dentro del
sistema, ya que el neoliberalismo trae consigo una grave crisis de valores con
la defensa de lo económico por encima de cualquier otra dimensión. Esto se
lleva por delante lo político, porque las empresas transnacionales tiene tanto poder de
influencia que pueden presionar para alcanzar sus fines por encima del
beneficio colectivo, o sea de la política. Los ciudadanos pierden sentido en el
sistema y pasan a ser solamente objetos, o sea, mano de obra. La democracia
carece de sentido, ya que no se elige el rumbo del país en las elecciones, sino
que se elige a unos representantes que en verdad no tienen capacidad de
decisión ya que quienes deciden ahora son los llamados mercados. Poco a poco se va deteriorando la democracia hasta conseguir
mediante la manipulación neoliberal llegar a la mercadocracia.
En el
terreno económico se consigue salir del paso (aunque no completamente y con
algunas recesiones ocasionales) y vuelve el mito del progreso. En el siglo XXI
se consigue alcanzar un crecimiento económico brutal que hace que se vuelva a
confiar en el sistema, y concretamente en las posturas neoliberales. Sin
embargo, el neoliberalismo no solo no no ha conseguido hoy en día solucionar el
problema sino que además ha agravado la crisis moral, o la crisis de valores
del capitalismo. No tienen cabida los valores de la solidaridad, equidad, etc.
En definitiva no tiene cabida la ética social, y por lo tanto tampoco lo tiene
el Estado del Bienestar.
La
crisis pasa desapercibida en los años 00’ gracias al espectacular progreso
económico (que no social), que hace que todas las familias dispongan de un
trabajo y créditos por parte de los bancos para conseguir todo lo que quisieran
(pisos, coches, etc.). Los gobiernos invirtieron en los instrumentos
financieros, lo que derivó en una orgía especulativa. El continuado desarrollo
de esas tendencias llevó eventualmente a la crisis de las hipotecas basura, que
obligó a los gobiernos a inyectar dinero público a los bancos para evitar su
quiebra. La situación se hizo insostenible y en 2007-2008 estalló una crisis
financiera mundial con origen en EEUU que aún sigue sin resolverse a día de
hoy.
A pesar
de lo anterior, los mecanismos, logros y objetivos del estado del bienestar aún
se mantienen, en Europa, no solo como fundamento moral de cohesión social sino
también como base realista y necesaria del bienestar socio económico común,
pero están siendo muy cuestionados ya que la crisis hoy en día sigue sin
solucionarse y se necesita capital para reducir el déficit presupuestario del
Estado.
Como
consecuencia de la crisis mundial actual, el neoliberalismo ha quedado tachado
de fracasado y los gobiernos se han dado cuenta que el Estado debe intervenir
en los procesos económicos para evitar situaciones como la que estamos viviendo
en la actualidad. Con las propuestas keynesianas fallidas y las neoliberales
quebradas, el futuro del modelo de Estado es una incógnita y aún lo es más el
del Estado del Bienestar.
Bloque III:
Perspectivas y
propuestas de futuro
El Estado
del Bienestar está determinado por la problemática coyuntural que está
afectando a los países desarrollados y al contexto mundial, y en particular por
la globalización como condicionante estructural. La globalización de la
economía, ha supuesto el agotamiento del modelo keynesiano ante los profundos
cambios producidos en el mercado mundial, y la aparición de movimientos
especulativos y políticas competitivas a gran escala, que impiden el desarrollo
y funcionamiento del estado de bienestar. El estado de bienestar futuro tendrá
que dirigir su intervención hacia los riesgos fabricados, derivados de las
situaciones de dominación que se mantienen sobre el Tercer Mundo, y cuyas
repercusiones a largo plazo se desconocen y no pueden evaluarse adecuadamente.
La explotación económica del Tercer Mundo ha beneficiado y ayudado, durante
siglos, a la expansión económica de los países desarrollados, a través del
mantenimiento de unos precios baratos de las materias primas y de la mano de
obra, lo que ha producido una situación de dominación y dependencia económica y
tecnológica. Es urgente, por tanto, un replanteamiento de las actuaciones de
los países industrializados respecto a los subdesarrollados, mediante un cambio
radical de valores morales.
También deberán
tenerse en cuenta los nuevos riesgos sociales y económicos que aparecen en cada
país, como consecuencia del envejecimiento de la población, y el consiguiente
incremento de los gastos de protección social: pensiones, asistencia sanitaria,
ayuda personalizada... y de los cambios producidos en el ciclo formativo y
laboral de la población, y que afectan a los procesos educativos, que cada vez
son más largos, a la incorporación a la actividad laboral, que se produce a una
edad más tardía, y al adelantamiento de la edad de jubilación. Esto supone la
disminución del período medio de actividad por persona, lo que en conjunto
significa mayores gastos sociales y menos recursos fiscales para el estado. A
ello, habría que añadir los nuevos riesgos que se están produciendo por el
impacto de la mundialización en la economía nacional, es decir, la repercusión que los procesos de
globalización están teniendo en las economías de los países desarrollados, como
consecuencia de la competitividad mundial, de los movimientos especulativos,
etc.(principales razones de la crisis capitalista actual).
Las
propuestas actuales para salir de la crisis y sobre el Estado del Bienestar son
muy plurales. Hay propuestas que abogan por reformar el sistema, otras que
apuestan por mantenerlo, otras que prefieren arrancarlo de raíz… Actualmente en
España y en la mayor parte de países de Europa ha ganado la derecha conservadora
que apuesta por los recortes en el Estado del Bienestar, manteniendo las
prioridades económicas antes que las sociales.
En mi
opinión, lo que verdaderamente está en crisis es el modelo económico y la idea
de crecimiento ilimitado como generador de bienestar y calidad de vida, no el
Estado del Bienestar. El crecimiento resulta indispensable para hacer frente a
las necesidades cambiantes y siempre crecientes, prototipo de la cultura del
bienestar, pero los niveles de consumo alcanzados en los países desarrollados,
no han logrado la realización de muchas de las necesidades humanas:
autorrealización, seguridad, estabilidad personal y laboral... Es necesario
pensar, por tanto, en un modelo de sociedad en el que el crecimiento económico
no sea un fin en sí mismo sino un medio para dar respuesta a las necesidades
humanas y, por tanto, esté condicionado a su satisfacción.
Las
crisis cíclicas que están experimentando las sociedades avanzadas están
cuestionando la racionalidad del crecimiento indiferenciado del sistema
capitalista. La experiencia, en esta última fase de desarrollo del capitalismo,
está demostrando que la abundancia no conduce necesariamente al bienestar y a la calidad de vida, que la economía no
puede crecer de forma indefinida a causa
de los límites físicos de la propia naturaleza, y que el problema económico
fundamental no es el crecimiento sino la distribución de bienes y recursos.
Por lo
tanto, con todo lo anteriormente expuesto propongo un modelo de desarrollo
sostenible. El planeta no puede aguantar el ritmo del crecimiento humano y por
tanto, para salvaguardar el planeta y todo lo que ello conlleva, la ciudadanía
y los políticos deben concienciarse del problema y adoptar el modelo sostenible
de inmediato, antes de que los efectos de la acción humana se vean más
presentes. Dentro de este desarrollo sostenible se divide en tres ámbitos:
ecológico, económico y social. El objetivo del desarrollo sostenible es definir
proyectos viables y reconciliar los aspectos económico, social, y ambiental de
las actividades humanas; "tres pilares" que deben tenerse en cuenta
por parte de las comunidades, tanto empresas como personas. La economía
sostenible haría que la actividad que se mueve hacia la sostenibilidad
ambiental y social fuera financieramente posible y rentable. Se basaría en una
economía que no crece ni decrece, sin crisis cíclicas. La sostenibilidad social
se basa en el mantenimiento de la cohesión social y de su habilidad para
trabajar en la persecución de objetivos comunes. Supondría, tomando el ejemplo
de una empresa, tener en cuenta las consecuencias sociales de la actividad de
la misma en todos los niveles: los trabajadores (condiciones de trabajo, nivel
salarial, etc.), los proveedores, los clientes, las comunidades locales y la
sociedad en general. La sostenibilidad ambiental compatibilizaría la actividad
considerada y la preservación de la biodiversidad y de los ecosistemas,
evitando la degradación de las funciones fuente y sumidero. Incluye un análisis
de los impactos derivados de la actividad considerada en términos de flujos,
consumo de recursos difícil o lentamente renovables, así como en términos de
generación de residuos y emisiones.
La
legitimización del desarrollo sostenible se encuentra en que tenemos unos
recursos naturales limitados, susceptibles a agotarse, una creciente actividad
económica sin criterio que ha hecho que el Estado del Bienestar quiebre, y unos
problemas medioambientales que pueden llegar a ser irreversibles.
Para
conseguir salir de la crisis actual, a mi parecer, se debería llegar a un
consenso mundial a través de un organismo internacional que se encargue de
coordinar las acciones comunes y de hacerlas cumplir a cada país. En este
consenso se deberían establecer unos puntos básicos para conseguir salir de la
crisis conjuntamente a modo global, aplicando por ley el desarrollo sostenible
obligado en todos los países del mundo, con sanciones máximas para el que no lo
cumpla. En definitiva un planeta basado en la armonía y no en la dominación.
Además, se
realizaría una reforma fiscal justa en la quese adoptarían medidas de control
fiscal a nivel mundial, sanciones a las especulaciones y a los bancos,
sustituyendo estos últimos por bancos éticos y públicos. Para fomentar el
empleo y reducir el paro se invertiría gasto público para crear empleos, se
formaría un acuerdo con todas las partes (patronal, trabajadores, sindicatos y
partidos políticos) para conseguir dar trabajo a un mayor número de personas,
con apoyo a las pymes y autónomas y racionalizando y redistribuyendo el empleo
existente. Este déficit es necesario, ya que dar trabajo no es un gasto, sino
una inversión, y una vez producido empleo el Estado recibirá cotizaciones que
le servirán de financiación al déficit.
Una vez
establecido el modelo de desarrollo sostenible, la primera reforma sería la
reforma educativa. Con esta reforma se pretende cambiar los valores de la
ciudadanía para que se vea legitimado totalmente el desarrollo sostenible y el
Estado del Bienestar. Se trata de inculcar desde bien pequeños valores como los
de la solidaridad, cooperación, respeto, respeto al medio ambiente, etc. Que
consigan que el Estado del Bienestar tenga cabida en el sistema y no se vea
cuestionado. Una vez conseguido todo lo anterior, el Estado del Bienestar se
articularía mediante una red de guarderías, escuelas, institutos,
universidades, hospitales, centros de salud públicos, etc. con una clara mayor
presencia que los privados (los privados carecerán de subvención alguna). El
acceso a la protección social se daría a toda la ciudadanía sin exclusión ni
impedimento alguno, con el fin de que cualquier ciudadano tenga a acceso a las
prestaciones básicas aunque no tenga nada. Se potenciaría la natalidad para así
evitar el envejecimiento de la población y poder solucionar el problema
financiero de las pensiones de jubilación, que serían un derecho para toda la
ciudadanía. El acceso a la vivienda se promocionaría y se haría más accesible a
los más desfavorecidos. Los edificios abandonados serían adquiridos por el ayuntamiento
y serían destinados a obras sociales. Los gastos del Estado del Bienestar
serían financiados mediante impuestos sobre la renta y el patrimonio con
carácter redistributivo. Además, para asegurar esa financiación las tasas
impositivas deberían ser más o menos altas.
El
Estado intervendría totalmente en materia económica con el objetivo de
salvaguardar el modelo de desarrollo sostenible y el Estado del Bienestar.